¿Alguna vez te has preguntado por qué te sientes inclinado a buscar algo dulce después de una siesta?
Ese antojo irresistible de un postre o un chocolate puede ser desconcertante, pero hay razones científicas y culturales que explican esta tendencia. Desde factores biológicos hasta hábitos arraigados en nuestra rutina diaria, aquí exploramos por qué anhelamos lo dulce después de la siesta.
A medida que avanza el día, nuestra energía y concentración pueden disminuir, especialmente después del almuerzo. Durante una siesta, el cuerpo se relaja y la digestión absorbe energía. Al despertar, es común sentir una leve sensación de somnolencia. Aquí es donde entra en juego el deseo de lo dulce. Los carbohidratos y azúcares simples presentes en los dulces proporcionan una rápida fuente de energía, lo que puede ayudar a combatir esa sensación de letargo.
El consumo de alimentos dulces está asociado con la liberación de dopamina en el cerebro, el neurotransmisor vinculado al placer y la recompensa. Después de una siesta, cuando nos sentimos relajados y reanimados, nuestro cerebro puede asociar el consumo de dulces con una gratificación adicional, lo que aumenta la probabilidad de que busquemos estos sabores.
En muchas culturas, el postre es una parte integral de la comida y la rutina diaria. Después de la siesta, puede haber una predisposición a seguir con esta costumbre, incluso si no estamos completamente conscientes de ello. Los hábitos arraigados en la infancia y la exposición constante a la idea de que después de una comida se disfruta algo dulce pueden contribuir a este antojo.
El estrés y el aburrimiento también pueden influir en nuestros antojos de alimentos. Si has tenido una mañana estresante o te sientes un poco abrumado, el deseo de lo dulce podría ser una forma de manejar esas emociones.
Por último, y factor más importante y con más evidencia que el resto, aunque todavía queda mucho por estudiar son los niveles de glucosa en sangre. Estos también desempeñan un papel crucial en nuestro deseo de alimentos dulces. Después de la siesta, es posible que los niveles de glucosa disminuyan, lo que puede desencadenar una sensación de hambre y antojo de azúcar. Los dulces pueden elevar rápidamente los niveles de glucosa, brindando una sensación de satisfacción y plenitud.
Lo mismo puede ocurrir cuando hay alteraciones en el metabolismo de la glucosa (por muchas causas diferentes), como una diabetes o una resistencia a la insulina. La insulina, la hormona encargada de metabolizar el azúcar, cuando no logra realizar su trabajo correctamente, es decir, meter la glucosa dentro de las células, se obtienen niveles de glucosa altos en sangre y no se puede utilizar esta para realizar las diversas funciones del cuerpo. Es ahí, cuando el organismo puede pedir glucosa, mediante la necesidad de comer algo dulce.
El deseo de alimentos dulces después de la siesta es una combinación compleja de factores biológicos, culturales y psicológicos. Si bien no hay nada de malo en disfrutar de un bocado dulce de vez en cuando, es importante mantener un equilibrio y hacer elecciones conscientes para satisfacer nuestras necesidades nutricionales y emocionales.
Si encuentras que este antojo se convierte en un patrón constante, podría ser útil hablar con un profesional de la salud para comprender mejor tus hábitos alimenticios y cómo gestionarlos de manera saludable. En Nutri2 podemos ayudaros a gestionar mejor ese hambre emocional. Podéis escribirnos al número que aparece en la web 🙂